El MEA se fundamenta en varios principios, como la subsidiariedad, que reconoce la autonomía de individuos y organizaciones en el sector; la inclusión social, asegurando que todos los actores participen de los beneficios del desarrollo agrario; y un enfoque diferenciado, que considera la heterogeneidad de la base productiva agraria, promoviendo políticas adecuadas para diferentes tipos de producción. Además, enfatiza la importancia de la sostenibilidad ambiental y económica, la equidad, el género, la juventud, y la seguridad alimentaria como ejes centrales para el desarrollo sectorial. Para implementar este marco, se identifican áreas clave de acción, incluyendo el desarrollo de la competitividad agraria, el fomento de la agricultura familiar y la seguridad alimentaria, el desarrollo forestal sostenible, la gestión de riesgos relacionados con la variabilidad y el cambio climático, y la promoción de la integración social, la empleabilidad y el emprendedurismo rural.
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